¿Qué ha sido de la niña de Rajoy? Un relato testimonial.
Hace tres días encontramos casualmente a la niña de Rajoy. ¿Se acuerdan? No lo pudimos creer, ¡qué suerte para nosotros, que éramos fans de ella, ascendida a la gloria de la fama sólo porque el Gran Timonel del PP le diera visibilidad, y eso sin apenas conocerla nosotros!.
Al preguntarle por el tío Mariano la niña nos miró directamente como diciendo ¿pero de qué me habláis? Ante la situación tensa que se creó en el micromundo relacional entre ella y nosotros, reculamos literalmente. La sensación era como si estuviera a punto de saltar a nuestras caras y sacarnos los ojos con las uñas pintadas con colores variados (luego supimos que por su trabajo hacía aplicaciones de colorante de uñas para mostrarlos a las clientas y de ahí ese arco iris).
Calmada la situación y previa petición de disculpas por interpelarle sin motivo alguno en plena calle y sin venir a cuento, la niña, que ya no lo es tanto, se calmó y nos contó cómo le había ido en estos años en los que todo el mundo debía de pensar que estaba en el paraíso que le había prometido Rajoy.
En primer lugar dejó bien claro que toda su familia y los allegados hasta el cuarto círculo de amistades y de amistades de amistades había votado al PP. Y sólo porque Rajoy hizo aquella mención a ella en un programa de TV. Ante ello, la niña se rio diciendo rotunda y entrecortadamente "¡pero qué simple es la gente!". Este comentario lo tomamos como una prueba de madurez, esa que se adquiere por los golpes que da la vida.
La niña, que por cierto nos rogó que no nos dirigiéramos más a ella como "la niña" y que por supuesto ni se nos ocurriera asociarla al nombre de quien ahora ejerce de Presidente interpuesto de España, se fue soltando poco a poco y de ello entresacamos lo que nos parece más relevante sin entrar en sus comentarios de desprecio hacia quien la lanzó a la fama sin ella pedirlo ni por supuesto en los insultos que sin proponérselo brotaban de su boca cada dos palabras.
La niña, agobiada su familia por la tremenda crisis y debido a que su padre y sus hermanos trabajaban en el ramo de la construcción y actividades afines, nada más acabar el bachillerato hubo de ponerse a trabajar a pesar de las protestas de su santa y abnegada madre empeñada en que estudiara una carrera universitaria, pero claro, con toda la familia en paro y sin más ingresos que 420 euros al mes los ahorros familiares se habían esfumado. Y por trabajo encontró uno a tiempo parcial, a través de una ETT, de cajera en una tienda de barrio y por el que cobraba unos 400 euros al mes, siendo que además debía de emplear dos horas en transporte, público claro está, y acudir incluso en festivos y sin cobrar extras.
Su agobiada madre, que en los tiempos del tantas veces mal dicho Zapatero cobraba una pequeña cantidad por atender a los abuelos, ya no disponía de ese mínimo aporte y ahora vagaba por todos los portales del vecindario y de varios kilómetros a la redonda en busca de algo que hacer por lo que le puedan dar algo de dinero. Y claro, sin seguridad social y en negro. Algo de positivo ha sacado en claro y es que buscando trabajo ahora no ve los programas de tarde de las TV a los que antes era tan aficionada cuando en su casa se vivía despreocupadamente con dos estupendos sueldos.
De sus hermanos, el mayor dejó de estudiar Ingeniería Técnica de Montes pues con los salarios de los tiempos gloriosos de la burbuja inmobiliaria se metió a trabajar en una fábrica de muebles de cocina. Ahora trabaja, simplemente para malvivir, en una cadena de hoteles de Holanda, haciendo camas seis días a la semana. Y menos mal que su novia trabaja allí y es quien le da asilo, que para algo están las novias sobre todo en el extranjero.
Su hermano pequeño, tampoco fue a la Universidad. Gracias a Dios encontró hace un año trabajo en el pueblo de los padres donde tiene la esperanza de que gracias a los subsidios del Gobierno Regional a los obreros del campo pueda instalarse allí definitivamente pues al menos no tiene que pagar casa.
La niña, pasado el sofoco inicial y el relato de los avatares de su familia, con todo el resentimiento del mundo nos dice que la dejemos en paz, que no puede más. Adivinamos al marcharnos que unas nada furtivas lágrimas corrían por su cara y que una tremenda desazón ocupaba su alma desde hacía años.
Pastrana, 29 de septiembre de 2013