Las cosas del Poder Judicial
En cualquier país democrático Dívar habría dimitido en horas pero España, ya se sabe, tiene una democracia secuestrada por la clase gobernante
Hasta consumiciones en la piscina engrosaron las hojas de gastos
Debe de ser la costumbre. Tantos años tirando del presupuesto anulan los necesarios reflejos y se hacen cosas que sin ser penalmente perseguibles (de momento, pues la fiscalía ha frenado la denuncia sin investigar nada), a la población como poco le resultan
impropias y reprobables. Y al pueblo el cuerpo le pide que esto se salde de entrada con la dimisión inmediata y a buen seguro que arrastraría a buena parte del Consejo (Ver en Internet sobre las "semanas caribeñas"). Para evitar el escándalo podrían decir que dejan el cargo por la necesidad de atender asuntos privados, que queda bien, pero sería muy duro prescindir de tantas "prestaciones" y de un estupendísimo sueldo. Ahora se entiende la encarnizada batalla a la hora de renovar tales canonjías, con perdón a quien trabaje honradamente,
En cualquier país democráticamente normalizado este episodio impropio de un alto representante institucional no se da y si se da y se conoce termina indefectiblemente con la dimisión del personaje en cuestión. Pero nosotros vivimos en el país de la corrupción estructural y aquí cabe todo mientras no haya condena judicial. A ver si se enteran de que la dignidad democrática no va por esos derroteros.
Por lo demás recordemos que el presidente del TS gana sustancialmente más que el propio Presidente del Gobierno. Entonces no será, suponemos, que ha hecho lo conocido por necesidad, salvo que sea un tiraduros y de eso no tiene pinta, pero claro, esto no es más que una apreciación superficial y en modo alguno científica.
¿Por qué lo ha hecho? Seguramente por costumbre y por contaminación con los pares. Bastaría analizar el histórico de gastos que se pasan al Consejo para tener una visión panorámica y crónica de como se usa el cargo en lo referente a los gastos pasados al Presupuesto. Por otra parte, parece que no sería el único, lo cual permitiría entender ese manto de silencio cómplice que habría amparado transversalmente estas conductas a todas luces inaceptables.
Se hace imprescindible promover una auditoría externa que a nadie debiera importarle, dado que ya hemos admitido que nos auditen el sistema bancario completo, es decir, que nos intervengan. Dicho sea de paso, uno de los auditores resulta ser el que avaló a uno de los bancos irlandeses dos días antes de que quebrara o fuera intervenido
A todo esto sale a la palestra el impagable Ministro de Justicia y se deja notar. Este buen hombre no tiene remedio. Según leemos en ElPaís " Gallardón ha asegurado que tanto el Consejo como Dívar han salido “fortalecidos” del normal funcionamiento del Estado de Derecho, materializado en la investigación de los hechos denunciados por uno de los vocales, su tramitación y su "calificación"". Bueno, esto es una burla pues lo que se critica es que no ha habido investigación del fiscal porque el Secretario del Consejo del Poder Judicial ha dicho que no puede certificar lo solicitado por la Fiscalía dado que él no estuvo en Marbella. Pero investigación, lo que se dice investigación, no ha habido ninguna y tampoco se han desvirtuado los datos de la denuncia.
A ver si alguien le dice a Gallardón que madure de una vez y que sea prudente, cualidad de la que parece absoluto desconocedor desde siempre. Y remata diciendo que como no hay reproche penal, pues que todo esta en su sitio. De eso se ha valido precisamente él después de llevar a la quiebra a la ciudad de Madrid. Vaya argumentario. Pregunte Sr Gallardón al pueblo, a los parados, a los funcionarios, a los jubilados, a todos los que su Gobierno ha engañado cruelmente, a todos a los que han recortado prestaciones a cambio de dárselas a sus amiguetes de Bankia, CAM, Banco de Valencia, etc. Y después responda con los datos en la mano. El Presidente del TS debe dimitir y no debe ser un Ministro del Gobierno de España quien ampare, aunque sea coloquialmente, estas conductas absolutamente impropias en democracia.